La forma en la que podríamos empezar sería sencillamente maravillosa, pero por supuesto os queremos explicar como y de que forma nos fuimos acercando a esta gran maravilla de la humanidad.
Fue construida como fortificación para defenderse de los ataques que China recibía por parte de los nómadas Xiongnu de Mongolia y Manchuia en el siglo V a.C, y tiene nada más y nada menos que la extensión de 21200km de largo, porque se extiende desde la frontera con Corea hasta el desierto de Gobi.Sabiendo que hoy solo se conserva un treinta por ciento, cuenta con una altura de unos seis o siete metros con un ancho de entre cuatro y cinco.El 26 de Enero de 2007 fue declarada una de las Siete Maravillas del Mundo.Evidentemente tiene mucha más historia y uno se puede remontar varias dinastías atrás, a pesar de lo extensa que es, solamente dispone de tres puertas denominados pasos, Paso Juyong, Paso Jiayu y Paso Shanhai.Llena de torres de vigilancia para poder defenderse aún mejor de los ataques de sus conquistadores, los materiales que se usaron para su construcción fueron diversos dependiendo de las dinastías, la zona y las riquezas de ellas.Lo curioso es que en la extensión de la muralla, en cada torre de vigilancia, había lo necesario para hacer señales de humo y así comunicarse rápidamente y reforzar el ejército ante los posibles ataques.La Gran Muralla China también esconde historias interesantes sobre familias separadas por la construcción y las artimañas realizadas para volver a encontrarseLos locales también denominan a la muralla como un gran cementerio, muros llenos de muertos que fallecieron en su construcción y que fueron tapiados ahí mismo, a estos hay que añadir los que perdieron sus vidas en las guerras de las conquistas.
Volviendo al inicio, despuntaba un maravilloso día en la ciudad de Pekín, madrugamos un poco y sin sueño por la emoción de lo que íbamos a ver, nos pusimos en camino hacia La Gran Muralla China, tendríamos el privilegio de poder sumar otra maravilla mundial a nuestro libro de viajes.
Al tiempo que nos íbamos acercando al lugar, la emoción subía de nivel y en el momento en que divisamos un trozo de la muralla nuestros aplausos de alegría sonaron el coche.Deciros que el lugar que escogimos por proximidad a donde nos encontrábamos alojados fue el Paso de Juyong, ubicado en un valle a unos 50 km de Pekín, es uno de los tres mayores pasos de la muralla, evidentemente bien conservado por la afluencia de turismo.Una vez llegamos al parking adquirimos las entradas, 5.70 euros por persona, antes de entrar en el recinto hay unos aseos.Una vez tramitadso todos los temas nos adentramos en el complejo, desde luego estás tan cerca de ella que no la ves porque queda oculta por la vegetación y te da la sensación de que toca caminar un rato hasta llegar, pero en unos minutos, un cuarto de hora como mucho, estábamos cruzando la gran puerta de entrada que nos llevaría hasta lo alto de la gran maravilla.
Primero entramos en un patio interior con varias estancias, como si de un patio de armas se tratara y adentrándonos por una de las grandes puertas, empezamos a ascender hacia lo alto de La Gran Muralla, la sensación de estar dentro de ella es espectacular, fuimos bordeando y divisando la magnitud de semejante obra, como se perdía la vista siguiendo el curso de la muralla hacia un lado y hacia el otro, en nuestro andar llegamos a una torre de vigilancia convertida y adaptada en tienda de souvenirs, donde comprar un bonito recuerdo o coger algo para comer o beber,.Justo después de esta torre llegaba algo aún mejor, la muralla empezaba a ascender por encima de una gran montaña, como si de una serpiente se tratara, a lo alto se divisaba otra torre de vigilancia, que aún más allá daba paso a otra, para luego perderse entre montañas y dejarte con la sensación de querer recorrerla hasta quedar exhausto.Evidentemente empezamos a ascender escalón a escalón, cada vez más empinado y casi sin darnos cuenta, al pararnos para tomar algo de aire alzamos la vista y fue aún mejor, a la recompensa de estar en La Gran Muralla China se le unía las maravillosas vistas que desde arriba te regalaba la mirada, fue un momento tan especial y único que estuvimos un largo rato disfrutando de nuestro descanso antes de proseguir el ascenso hasta la torre de vigilancia.
Una vez llegado a nuestro objetivo, entramos en la torre para asomarnos por las pequeñas ventanas y disfrutar del logro de haber llegado hasta arriba subiendo como se podían los pequeños escalones de piedra.Pasados unos largos minutos de disfrute, tocaba descender de la maravillosa experiencia y se hacía algo más complicado por la gran inclinación del terreno.Poco a poco y sin prisas fuimos bajando de manera pausada para retener lo máximo posible lo espectacular del momento, ya no sabíamos tan siquiera las cientos de fotos que habíamos hecho con la cámara, lo que si se sabe en ese momento es que antes de irte ya quieres volver.De vuelta sobre nuestros pasos y una vez abajo de La Gran Muralla, compartimos la felicidad que la vida nos regaló en ese instante.
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